EL
CORAZÓN DEL POETA
El corazón es un avispero somnoliento, territorio dividido
entre las innumerables coronas que aran su suelo y cosechan sus frutos, motivo
de la fiesta. El poeta a veces, muy pocas, llora por sufrimiento apenas cuando
descubre en sus jardines, como flor caída, el eco de una injusticia que es
cuando la voz del poeta enojado se alza como un trueno, sin escatimar los
relámpagos. El corazón del poeta se convierte en pedazo de pan con miel delante
de la mirada perversa y tierna de una chinandegana, oaxaqueña, tapatía, cubana,
colombiana, sonorense, hondureña y ¿por qué no? delante de una santiagueña,
santeña o capitalina del barrio. A ver, señoras y señores… ¿quién culpa y de
qué al poeta cuando se va de farra por los caminos de América, territorio que
nada envidia a región alterna del Planeta? El poeta, en estos casos, es
culpable de ningún delito y, si lo hubiera, que sea la víctima quien señale y
no sus satélites heridos. El corazón del poeta no sabe acumular plusvalías,
todo lo comparte previo estudio de factibilidad y elaboración de una carta de
compromisos, necesaria para que jamás nadie mate en su nido al pájaro azul de
Darío ni a las cuarenta ladronas de su cariño.