viernes, 23 de octubre de 2009

CRÓNICA SOBRE LA ARENA


Sé que no fue un relámpago pero por el resplandor y el estruendo en mi cabeza fue como si me hubiera alcanzado uno. Aún siento el escozor en el entrecejo-punto de contacto. Durante varias horas sentí esa sensación de que vas y no vas sobre tus pies, sino flotando, aún cuando sabes que tus pies te llevan sin saber a ciencia cierta a dónde, pero con la certeza de que vas a un espacio seguro, lejos de algo que no sabes qué es... Ocurrió todo en fracciones de segundo, tan de pronto que prefiero creer que aún sueño y que lo vivido fue una escena hollywoodense. No cabe a la imaginación humana la más remota noción de brevedad temporal entre un evento y otro; entre la sensación de fractura gnoscitiva y el desmoronamiento de las moles de cemento y vidrio; del mundo; de cuanto conceptúe la idea de cultura... los autos, los edificios, las casas, las luminarias de la calle, todo quedó reducido a montones de polvo, sin que los dispersara el más leve asomo de brisa... como si únicamente hubieran cambiado una fotografía por otra y dijeran "esto era" y "esto es"... cuanto no fuera árbol, césped, nube, agua, piedra, animal o humano fue reducido a nada. Todavía siento como en sueños el peso del reloj en la muñeca izquierda.

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