1° DE MAYO
Esta
mañana, dos funcionarias conversaban, sentadas en una banca de la Plaza Justo
Arosemena. La una le decía a la otra:
“Definitivamente,
Dios me ha bendecido con esta nueva empleada. Me cuida los tres niños más de
ocho horas, limpia, lava, cocina y no duerme ni come en el trabajo. Ella trae
su lunch y me cobra sólo diez dólares por día.”
Sentí asco y horror al recordarme en el Ágora de Atenas, aquella vez cuando, una mañana, mañana como la de hoy, dos ilustres ciudadanos dialogaban del siguiente modo:
- “Alabado sea Zeus, que ayer me aportó tres nuevos
esclavos, traídos desde la bárbara Celtiberia y una esclava me ha parido una
hija que, en agradecimiento a los Grandes del Olimpo, donaré al templo de Venus
Afrodita.”
- “Haces bien, Poliándros Genéidas. Como gesto de
fraternidad entre tu casa y la mía, te prometo una contribución constante a la
formación profesional de tu hija, y mis buenos oficios para que oportunamente
halle protección en la oscuridad de los serrallos del Califa de Bassora, pariente
mío remoto, por la casa de mi padre.
Para que no me tomaran por loco ni anarquista, preferí callar. Huí despavorido del escenario.
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