jueves, 19 de febrero de 2015

EL CORAZÓN DEL POETA 

El corazón es un avispero somnoliento, territorio dividido entre las innumerables coronas que aran su suelo y cosechan sus frutos, motivo de la fiesta. El poeta a veces, muy pocas, llora por sufrimiento apenas cuando descubre en sus jardines, como flor caída, el eco de una injusticia que es cuando la voz del poeta enojado se alza como un trueno, sin escatimar los relámpagos. El corazón del poeta se convierte en pedazo de pan con miel delante de la mirada perversa y tierna de una chinandegana, oaxaqueña, tapatía, cubana, colombiana, sonorense, hondureña y ¿por qué no? delante de una santiagueña, santeña o capitalina del barrio. A ver, señoras y señores… ¿quién culpa y de qué al poeta cuando se va de farra por los caminos de América, territorio que nada envidia a región alterna del Planeta? El poeta, en estos casos, es culpable de ningún delito y, si lo hubiera, que sea la víctima quien señale y no sus satélites heridos. El corazón del poeta no sabe acumular plusvalías, todo lo comparte previo estudio de factibilidad y elaboración de una carta de compromisos, necesaria para que jamás nadie mate en su nido al pájaro azul de Darío ni a las cuarenta ladronas de su cariño.

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