ARENGA
“Vivan conformes con lo que el rico pueda dar al pobre, luego de
aportar a quienes administran los asuntos del conocimiento sobre lo eterno y lo
sagrado de la Patria terrenal y celeste”. Dije por decir.
“Sí”, dijo el humilde.
El obrero, en su idea de justicia, alzó la voz y tradujo: “dice el
poeta que no seamos pendejos, que cobremos lo justo y necesario para vivir como
ellos, que sólo cuando así hagamos, viviremos en igualdad de condiciones y de
oportunidades. Que solo entonces habrá llegado a morar entre nosotros, sin ser
visto, el Rey de Paz prometido”.
Y se fue entre los vapores de una nube de humo de un diablo rojo, de
esos que todavía sobreviven al súper desarrollo binono, a su parada del
metrobús. Tarde se me ocurrió contratarlo como promotor de imagen. Habríamos
ganado plata en los buses y “haf and haf”, yo como lastimero gitano cantando la
luna ausente, él pregonando, anunciando maravillas en la voz de un poeta vivo,
auténtico y ya casi viejo. Perdonen, me vi leyendo versos en los buses, como
los viejos trovadores, por los caminos…
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