LA MUJER
IDEAL
(homenaje
al Mulá)
Ya nunca quise volver a verla.
Físicamente, no podría decirse que fuera siquiera bonita. Era, sin embargo, un
portento capaz de hacerme declinar ante lo imposible: bajarle la luna y cuantas
estrellas me pidiera… espiritual e intelectualmente era el prototipo de mujer
que desde mis ensoñaciones de adolescente había procurado con la misma
intensidad que Nasrudín por las ciudades del mundo pre-musulmán. De hecho, el único
defecto en la fórmula ella-yo, jamás se lo habría podido atribuir a ella.
Luego de aquella vez, tomé los hábitos
del asceta y me fui al desierto, convertido al camino de la contemplación de
las propias imperfecciones y a la búsqueda en soledad de la auto-redención y la
paz interior.
He regresado ayer a la aldea ya
decrépito por la edad y he corroborado que toda noción de perfección es
subjetiva por cuanto sujeta a la degradación de la idea que sobre ella se
tenga.
Treinta años después de aquella
noche sublime en que la bebieron mis ojos por vez primera, nos hemos reencontrado
a la sombra de la muralla. He sido feliz toda la noche, a la luz de la luna.
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