MORALEJA SIN CHIMICHURRI
Al pez absurdo le pasó lo que al pollito buscador de
esmeraldas turquíes en el paisaje o algo parecido a lo que al cangrejo que desafió
la mecánica natural, y tras mucho ensayo a lo Juan Salvador Gaviota, aprendió a
correr hacia delante con los ojos vendados. Con tantos congéneres corriendo en
dirección contraria, terminó apuñalado por las patas de los que le pasaron por
encima. Lo aprendido, sin embargo, no pudieron quitárselo y quizás le servirá
de algo en su próxima vida de buscador de lumini-ciencias en
el paisaje que sobrevuela con los ojos creyéndose pez ante las gallinas envidiosas
que lo miran desde el patio, impávidas e incapaces de seguirlo entre las nubes
y reclaman de sus gallos un castigo ejemplar para el irreverente que, sin
plumas todavía, osa dejarlas en ridículo volando panza para arriba como los
peces sobre y contracorriente y no como la naturaleza dicta que deben de nadar
los pollos y volar los cocodrilos.
Ese día, cuentan los amarillistas de la crónica, murió el
rebelde, ejecutado públicamente por la razón y motivo de sus afanes libertarios.
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