viernes, 26 de junio de 2015

NO PUDO MI PALABRA DETENER LA MUERTE
de la golondrina cuyo nombre nadie conocía
no pudo evitar el golpe contra el risco
sobre cuya filosa punta yace
como tatuada en la frente del coloso

este “aymiamór” me brota resonando
hasta lo distante en lo hondo de lo cóncavo
hacia donde en abanico se expande
llevando la noticia

con ella sucumbe mucho y sobrevive
de esta noción de llovizna y lithos
en que yaces aplastada contra el frío
blancor de la pureza indiferente
en las alas del ángel que registra el suceso

me remito al dato que con el viento
digital llega cuando añado al café
un cuadrito más de azúcar
para endulzar alguna lágrima furtiva