martes, 8 de septiembre de 2009

En teoría anhelamos un mundo en el que únicamente ocurran relaciones justas. Idílicamente recreamos -en la ensoñación- un espacio eventualmente compartido por seres en igualdad de derechos y responsabilidad social, es decir, igualmente comprometidos a fortalecer con el esfuerzo físico e intelectual la sustentabilidad del ideal. ¡UTOPÍA! La humanidad es mezquina y, aún cuando de algún modo evoluciona, lo hace apoyándose sobre los hombros y la miseria de la masa; satisfaciendo megalomaniáticamente las necesidades y ambiciones de un porcentaje escandalosamente mínimo. Porcentaje que, o no se percata, o no quiere, bajo ningún concepto darse cuenta de la dimensión de la injusticia que comete contra ese otro porcentaje de la población que antes prefiere arrastrarse, empeñado en hacer caso omiso de la ignorancia que padece con tal de no perder las escasas migajas que caen de la mesa de los poderosos, o que éstos dejan caer adrede para neutralizar el acceso a la conciencia colectiva y, por ende, a la libertad.

1 comentario:

Laura Joan dijo...

wow.... una de las cosas mas profundas y ciertas que han cruzado mis ojos en los ultimos dias....