martes, 29 de junio de 2010

A MIS HERMANOS
(antesala del retorno)

Pensando en la adolescencia y en los adolescentes, en general, entretengo la mente en la creencia de que éste es el tiempo cuando se manifiesta la crisis entre lo absurdo y lo coherente. ¿Más sencillo? Pues, es cuando toca empezar a construir el tren o el barquito de papel, tras el cual se irá mariposeando el alma, en un intento por salvar con la mirada un ensayo a todas luces fallido o no; para sufrir (en caso de que los recuperemos), los desechos de la metáfora.

Es en esta edad cuando, de la mano de nuestros progenitores genéticos o espirituales, ensayamos el vuelo icárico o dedálico, tras aprender el uso de las herramientas y de los materiales con que se construyen las alas metafísicas que nos garantizarán, dado el intento, resultados positivos o negativos.

El padre o la madre, con la summa de todo lo vivido, está en condiciones de guiar nuestros pasos, para que nuestros días sean largos y venturosos, anchos o estrechos. Por ello, el adolescente cauto, aprende lo necesario de sus padres y lo aplica cuando corresponde, con lo cual alimenta su espíritu, en la búsqueda de sus propósitos a largo o mediano plazo, con la certeza de que los mundos de la ensoñación y de la cotidianidad concreta, aparte de oponentes, son complementarios, ya que el uno es el punto de fusión en que la energía se materializa y, el otro, el motor donde la fusión ocurre. El vehículo es el cuerpo que un día, tarde o temprano, remontará los aires o echará a andar por mar o tierra.

Agradezco por tanto a mis padres, hermanos y "maestres", venerables todos, el que me hayan permitido ser a mi modo y sin desmedro del amor que de ellos recibo y por ellos siento. Sobre este cumulo de piel, huesos y corazón que regresa, han transcurrido días en que debí extremar el esfuerzo por alcanzar una cima que apenas vislumbré coronada por la nieve y, haya querido o no, debí pagar por la osadía estando en el desierto más días de los que esperaba, lo cual hace del que regresa, un ser diferente del que salió de casa, cuando menos, en los planos espiritual e intelectual. El futuro dirá lo que falte por decir.

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