miércoles, 13 de junio de 2012


ANTE LA CRISIS


Basta recordar, hacer las preguntas pertinentes para que del recuerdo surja la información del archivo, el esbozo paulatino y progresivo del deterioro del valor del código ético, esto es, la pérdida progresiva del valor de lo valioso, de lo que por más valioso ha atesorado la Humanidad hasta nuestro tiempo. No viene al caso enunciar las voces que dan sentido a esta nota escrita durante un paréntesis que me ha obsequiado lo onírico para que transcriba lo que en sueños se me dijo: “Escribe. Di que los valores morales no se pierden porque son eternos”; que la aparente pérdida es únicamente la distracción de la atención, entretenida por la sensación de fracturamiento que resulta cuando la nave en vuelo ya entre las nubes o sobre las aguas, entra en el espacio de vacío generado por la turbulencia de los elementos entre los que va hacia el futuro, destino inmutable.

El piloto de la nave, el “hombre cósmico” (ente andrógino por cuanto conjuga en sí las entidades masculina y femenina, representa el acompañamiento mutuo del hombre y de la mujer que han comprendido y superado la estupidez egosexista), despierta de la sensación de fracturamiento interior ya dicha y construye desde la ruina del mundo que ha debido destruir, el mundo nuevo, siguiendo la orientación planteada por Hermann Hesse en Démian. El hombre cósmico es también la mujer cósmica, personalización de la Humanidad que se reconoce ante los espejos de la edad intemporal, evo-lutiva y evo-lucionaria de la vida en el Planeta y es, también, el reconocimiento del presente de la necesidad de la Humanidad actual de refrendar el pacto por la vida con el hombre del pasado que le transfiere (trans-ferens) la suma de valores contenidos en el Código ético para que éste lo proyecte hacia el futuro, lo mismo que en la carrera de relevo con que se porta el fuego eterno de los Juegos Olímpicos, llama que representa la inmortalidad de la voluntad de la vida y su epopeya “ferencia” que es el pharos krystico de la Edad pasada, en la que es el hombre elevado a la categoría de reo de sacrificio para la redención del hombre, de ahí la figura del cordero, eterno pasto del lobo, “lupus” del hombre “cordero” y, por tanto, metáfora de la trascendencia espiritual de la Humanidad a un nuevo estadio re-evolutivo de la vida como razón última e íntima de ser del Ser.

La nave, pasada la tormenta, recupera el ritmo apacible del vuelo o la navegación sin contratiempos ni sobresaltos conque regresa al paisaje de esplendorosa luz y color a que únicamente le fue permitido el ingreso a los artistas, previo compromiso de apego a las normas estéticas que embargaba la idea de transmitir a la Humanidad un reflejo a ratos opaco del resplandor de la verdad, sujeto de la Ética que es la sublime e indescriptible belleza de la verdad pura a través del arte. Flama que inflama el alma que se asoma con humildad a las ventanas del jardín espiritual. “Nada está perdido -se me dijo-, sólo no está donde se le busca: el otro, que es el reflejo del espejo que somos.”




Penonomé, Provincia de Coclé
13/06/12
3:00 - 4:00 AM



La incertidumbre es la certeza del acierto.

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