Para Rolando Sterling
He notado ya sin asombro, que tanto el individuo como la institución religiosa invocan a Dios más como medio de justificación que por simple convicción espiritual, es decir, por conveniencia. De este modo Dios se convierte en un asunto vacío, carente a todas luces del valor espiritual que le originó con el surgimiento y evolución de la cultura. Para evadir la propia o colectiva responsabilidad ante un hecho previsible y por tanto sujeto de prevención, se emiten expresiones como "...si Dios quiere...", "...Dios primero..." o "...así lo quizo Dios..." ¡Absurdos sinsentidos! Dios ni quiere ni no quiere... Quieren, la humanidad, la institución o el individuo, los unos mantener su status; los otros, transformar las condiciones sociales de forma que garanticen una vida digna: el respeto de los derechos inherentes al ser.
No dudo de la existencia de una entidad superior al Ser, llámesele como se quiera. Lo que no acepto porque no comprendo, es que individual o colectivamente y en forma metódica, aún cuando humano, el individuo o la sociedad niegue a sus semejantes aquellos derechos que les son inherentes. Por ejemplo, el de reconocerse ante el espejo que significan los ojos de su creador o, en su defecto, de sus pro-creadores. Aún cuando los administradores del valor espiritual (fe, libertad, autonomía, etc.) procuren esconder al individuo los nexos que lo vinculan con el Ser de quien su propio ser es reflejo fiel, puesto que en sí está la esencia depositaria de los vínculos con su Hacedor, esencia que indefectiblemente le hacen semejante a su creador, o al pro-creador, independientemente de quién sea quién (Dios o individuo).
El Ser es semejante al Ser, sólo que el Supremo, inmerso como está en asuntos de orden universal, ha dado al Ser (humano) la libertad de actuar y encontrar el camino hacia la libertad y autonomía que reclama desde la ya antigua época en que surgiera la exploración filosófica, origen primigenio de la cultura. Dios, como problema, es asunto del ego teológico, por tanto filosófico, ya que la demostración de su existencia mediante la aplicación del método científico, hasta hoy, es imposible. Además, como ya dijera alguien, Él no se entromete en asuntos a los que la humanidad, por sus propias vías, pueda darle solución. El problema Dios es un asunto humano y a nosotros corresponde resolverlo sin que la búsqueda signifique imposición de criterio alguno, ya que ésta búsqueda ha de enmarcarse en el contexto del respeto a los valores espirituales inherentes al individuo.
1 comentario:
Es increíble cómo muchos de los candidatos a puestos de elección se atribuyenm superioridad porque Dios está de su parte. Yo no quiero dioses arbitrarios y mucho menos sus candidatos.
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