martes, 5 de mayo de 2009

A LAS ESPIGAS GRANDES,
MUCHACHOS!!!


Había una vez un campesino al que le gustaba cultivar grandes extensiones de granos y verduras y, cuando llegaba el tiempo de la cosecha, organizaba “juntas” entre los vecinos. Se dice que les decía con cierto aire de orgullo: “A las espigas grandes, muchachos, que el día es corto y la tarea mucha!” y así, siempre dejaban desperdigadas en el campo las espigas con pocos granos.

Un día, cuando ya habían cosechado una buena parte de un arrozal, se les acerca un anciano muy anciano, a quien nadie conoce que, con tono humilde, pregunta al campesino el motivo por el que van dejando sin cosechar las espigas pequeñas. El campesino, respetuoso de las canas del anciano, y con no menos sinceridad, le repite lo tantas veces dicho: “el día es muy corto y la tarea es mucha” y agrega “además, yo tengo ya mucha cosecha este año”. El anciano, entonces, le pregunta si puede recoger para sí, las espigas pequeñas, a lo que el campesino accede.

De regreso a la faena, el campesino ni la peonada se percatan de la agilidad con que el anciano recorre el campo, recogiendo espigas, logrando acumular una considerable cantidad de “manotadas” que amontona en una “piña”. Terminada la recolección, el campesino almacena sus granos en un “jorón”. Luego el anciano se le acerca y pregunta “si por caridad, podrá guardarle su arroz en alguna esquina”. El campesino, que no es de mal corazón, le responde “que sí, que por supuesto”... y el anciano se va...

Pasan las semanas y los meses y el anciano no regresa... y poco a poco las reservas del campesino van disminuyendo hasta que terminan por agotarse. Ante la carestía, el hombre no cabe en sí de la preocupación, mientras espera el regreso del anciano, a fin de persuadirlo de que le preste o venda un puñado de arroz, pero pasan las semanas y los días y nada.

Un a mañana, está el hombre a la puerta de su “rancho”, pensando cómo darle solución a su dilema, cuando de pronto ve perfilarse, en la distancia, la silueta del anciano que llega, apoyándose en un nudoso bastón. Conteniendo la alegría, sale a recibirlo, mientras le dice entre jovial y respetuoso: “Mire que lo estaba esperando. Hace ya más de dos semanas que se me terminó el arroz y quería verlo, para ver si me presta o vende una parte del que le estoy guardando...” El anciano, con una maliciosa sonrisa de esas tan típicas de los ancianos, le responde divertido: “No amigo, esos granos son suyos... usted los sembró... yo sólo quería enseñarle a valorar las espigas pequeñas...”

Se dice que desde aquella vez, el campesino dice siempre a la peonada: “A las espigas grandes, muchachos, pero también a las pequeñas, porque también son espigas”.



Glosario:

Junta: jornada o reunión de trabajo solidario en beneficio de algún vecino.
Manotada: grupo de espigas que un hombre pueda asir con su mano y que ata para formar una piña.
Piña: forma que se da a las manotadas cuidadosamente amontonadas para proteger el grano de la lluvia.
Jorón: especie de altillo dentro del rancho, utilizado por los campesinos para almacenar sus cosechas o como alcoba.
Rancho: casa campesina, bohío... preferiblemente de techo de palma o paja.

Esta narración forma parte de la sabiduría popular (folk lore) de los campesinos azuerenses y me fue narrada por el Señor Leovigildo Vega, oriundo de la Provincia de Los Santos.

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