domingo, 17 de junio de 2012

TESTIMONIO DE HOMBRÍA 


Año: 1975, junio, orillas del Río Piedras, afluente del Chagres. Este año fue el de la migración de mi familia desde la Provincia de Chiriquí, cuando mi padre José Pastor Sánchez (1934-2003), se vio en la necesitad de no permitir que su familia mendigara, dada su convalescencia y por tanto, la renuencia de los finqueros de darle la oportunidad ganarse el el sustento, de encontrar un sitio dónde establecerse. Así fue como llegamos siendo yo de escasos 6 años (cumpliría 7 en marzo) a las orillas de Río Piedras. Fue muy duro, y fue cuando mi padre sembró, con ayuda de los vecinos, un maizal (milpa) y arrozal enormes, aparte de los tubérculos y legumbres de rigor. Y fue mientras los cultivos crecían y maduraban, cuando se dio a llover torrencialmente durante dos días y sus noches. El río se desbordó, creció, decimos. No había qué comer, apenas unos güineos verdes (bananas) que comimos asados. Al segundo día, como a las cuatro de la tarde, mi hermano, un año menor que yo y que el 13 de este mes habría cumplido 43 años si no nos lo hubiera arrebatado un fulminante cáncer occipital en agosto 2002, le dice a mi Padre " tengo hambre, sólo he comido un güineíto asado esta mañana. El rostro de mi Padre ensombreció y Él, que no era de lastimarnos con palabras, empezó a regañarnos para que no lo siguiéramos y le dijo a Madre "sígueme". Subió una leve pendiente, por el caminito que llevaba al cruce del río. Desobeediente, le seguí de lejos entre el murmullo de mis hermanos que me recordaban las amenazas de Padre. desde detrás de un arbusto, en lo alto del "mirador", vi a Padre descender al río acompañado de Madre, lo vi desnudarse, tomar una gran piedra sobre su cabeza y con ella en alto, enfrentar la corriente del río crecido, raudo y turbulento. Lo vi desaparecer bajo las aguas y resurgir, vencedor. Luego, tomó una "jaba" (aljaba de artesanal campesina también conocida como "motete") llena de víveres que nos llevaba regularmente nuestro bienamado Geño (Eugenio Santos Flores), indígena Ngäbe migrado unos veinte años antes a la región. Mi padre tomó la canasta y se dirigió a la cabecera del charco y, nadó de pie sosteniendo en el hombro derecho la pesada e incómoda carga... valiéndose del brazo izquierdo y los pies. Así fue como aquella noche comimos "opíparamente" gracias a ese hombre que hoy habita en el altar del corazón de sus hijos y nietos, hombre que ostentó siempre la medalla de Amor ganada y otorgada respetuosamente en honor a su ejemplo de vida. SEA BENDITA TU MEMORIA, PAPÁ.

2 comentarios:

Gloria dijo...

Querido amigo,

Tu padre ha de estar muy orgulloso de su hijo el escritor, quien heredo el don de la palabra...o mas bien lo cultivo, como se cultivan las bananas.

Gloriela

Unknown dijo...

qué fortuna que ahora sea usted quien alimente nuestras almas con aljabas de letras cargadas de sentido y sentimiento...un abrazo y de veras , gracias muchas gracias por cruzarme sus frases de bonanza.