lunes, 8 de octubre de 2012


SÍNCOPE


El hombre, tras quince años de ausencia, tras un lapso tan breve como lo que tarda en parpadear una libélula, decide regresar. El tiempo se fractura en ese instante. No hay futuro no hay pasado, sólo presente y silencio. Espacio fríamente blanco. Definitivamente lívido, desciende sin percatarse por dónde, la ladera desde cuya cumbre observaba la hondonada. Despierta cuando cruza el río no muy hondo y mira detrás de sí la montaña que se yergue entre la niebla como un ensueño. Sonríe. 


Del otro lado, las urgencias tardías, las sirenas inútiles, la frialdad ya casi tibia de los quirófanos que se diluyen en la sombra de un mal sueño.

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