lunes, 10 de febrero de 2014

LA MUJER IDEAL
(homenaje al Mulá)

Ya nunca quise volver a verla. Físicamente, no podría decirse que fuera siquiera bonita. Era, sin embargo, un portento capaz de hacerme declinar ante lo imposible: bajarle la luna y cuantas estrellas me pidiera… espiritual e intelectualmente era el prototipo de mujer que desde mis ensoñaciones de adolescente había procurado con la misma intensidad que Nasrudín por las ciudades del mundo pre-musulmán. De hecho, el único defecto en la fórmula ella-yo, jamás se lo habría podido atribuir a ella.

Luego de aquella vez, tomé los hábitos del asceta y me fui al desierto, convertido al camino de la contemplación de las propias imperfecciones y a la búsqueda en soledad de la auto-redención y la paz interior.

He regresado ayer a la aldea ya decrépito por la edad y he corroborado que toda noción de perfección es subjetiva por cuanto sujeta a la degradación de la idea que sobre ella se tenga.

Treinta años después de aquella noche sublime en que la bebieron mis ojos por vez primera, nos hemos reencontrado a la sombra de la muralla. He sido feliz toda la noche, a la luz de la luna.

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