Un poco para despertar curiosidades, voy a “parecer cursi” diciéndote por este medio que me gusta mucho el café y el cigarrillo compartido entre las volutas y la palabra aquellas tardes tan nuestras mientras dialogamos sobre la libertad de ser al margen del mundo.
Me gusta profundamente la forma escandalosamente sincera de reír cuando aciertas el significado detrás de la primera imagen, en apariencia inocente; la forma en que sugieres que te siga a donde tú quieras, sin que por ello debamos rendirle cuentas a los espejos, al tiempo ni al espacio. Como ya te dije, no te quiero, ni quisiera quererte y prefiero amarte porque no sé cómo ni para qué serviría hacerlo. Sabes bien que en mi culto tu cuerpo y corazón son altar.
Que tú me quieras me pone los pelos de punta, puesto que no estoy dispuesto a dejarte manejar a tu antojo mi libertad, ni a que por satisfacer tu ego te conviertas en tirana del imperio cuyos territorios son mi cuerpo, corazón y voluntad. Amo sí que me ames. Me place mucho saber que en tu camino me elevas a la condición de río del que tomas el agua necesaria para no morir de sed antes de que llegues al próximo río que, sé, igual que yo también te lavará los pies.
Tus motivos para el amor los desconozco, aún no logro saber si es miedo a la soledad, o simple deseo de llenar conmigo los espacios de tiempo que, ya te digo, no me desagrada y tampoco quisiera saberlos porque en los asuntos de su dama el caballero no se mete. Esto, dirás, es respeto. Para mí, es simple lógica. Por ningún motivo me arriesgaré a husmear en tus asuntos, no sea que te des cuenta y me eches antes de tiempo de tu vida. Por otro lado, del mismo modo en que tú ejerces tu libertad, yo ejerzo la mía y espero no sea esto motivo de conflicto.
Tiemblo cuando me dices al oído lo mucho que me amas. No atino a saber cómo evitar ese frío ascendente que me paraliza cuando comprendo que el amor es inmensurable desde cualquier posibilidad perceptual humana. Y no sé -dado que me dices es tanto tu amor-, si merezco o no tanto amor.
Se piensa que sin altar no es posible el ritual y sin ritual el culto. Desde mí, sean mi cuerpo y el tuyo sólo altar, ritual y culto a Amor y mis palabras cantos en su honor, cuando asistamos al ritual del café, el cigarro y la palabra amiga. Porque, recuerda cuáles y cuántas palabras comparten con Amor la raíz lingüística AM. Amistad entre ellas… las de más son caminos, afluentes tributarios del Gran Camino.
5 comentarios:
Alexander, ¿por qué imagino que Todas las visitantes de la mesa estamos involucradas en esta Mujer Ideal?
Gracias, en todo caso, por idealizarnos.
es perfecto...
Gracias
por qué??? por qué no??? toda mujer es ideal aunque tangible... y tal vez por tangible... aunque no todas las ideadas van siempre a "la mesa"... otras al altar... otras al abrazo, etc.
¿podrías considerarte tú como el hombre ideal?
Cómo podría saberlo?
cómo decir lo que no sé?
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