El hombre felíz sabe qué le gusta y lo hace aún cuando no le paguen, porque su mayor retribución es la felicidad que experimenta al hacer aquello que le gusta. La frustración llega cuando observa y comprende que el mundo impone barreras, muros, fronteras y demás obstáculos que el hombre cuerdo ha de respetar porque se ha investido con los elementos que lo identifican con el mundo que, a cambio, ofrece a quienes acepten vivir el mundo que el mundo ofrece, tarjetas de identificación, de crédito, pasaportes, diplomas, credenciales, etc. Salvoconductos que nos ayudarán a movernos en los territorios administrados por el mundo y sus esferas. ¡Ay de quien viva al margen de esta red su felicidad individual! En este marco, para ser felíz, el individuo ha de hacer malabarismos y en silencio.
Y de paso, ¿quién osa ir por el mundo sin un referente que informe sobre su punto de partida y de retorno en la elipse que proponga? la palabra, únicamente la palabra del individuo no es garantía, a menos que se refleje en el salvoconducto ese, del que alguien, tal vez, por si se te extravía, guardará una copia. Salvoconducto que no escribió ni firmó el portador.
Por otro lado, ¿a qué vas?, ¿quién te invitó?, ¿qué dejas cuando partes de cada estación a donde llegas?, ¿qué retribuyes a quienes dan de sí para que sigas tu camino?, ¿verdades como éstas?, ¿perogrullaciones sólo? Sí, por un momento invades, integras y te integras y luego partes partes repartiendo como pan tu palabra, sin esperar siquiera lo necesario para seguir andando. Me llevo la alegría y la nostalgia, materia prima en mi oficio. No voy a decir qué digo cuando hablo, cuando converso con quien me escuche después de decir lo necesario. Sé que en cada uno (o una) que reciba mi palabra hallaré un corazón tan grande como una casa que me abre sus puertas para que entre y descanse. Diferente es cuando la gente sólo te mira, te saluda, te abraza, te invita a un restorán, a un bar, pero te cierran las puertas cuando te juzgan, porque no comprenden la dimensión de lo que haces. En estos casos, espero sólo saludar y seguir el rumbo ya trazado. Les miraré, sí, como lámparas en la noche a la vera del camino.
Porque hay personas que dan por compromiso exactamente lo necesario a personas que reciben exactamente lo necesario para cumplir su compromiso. Personas que lucharo, sacrificaron su juventud por construir un espacio de satisfacción de las necesidades propias y familiares; que construyeron una casa para sus hijos y, eventualmente, para alojar por una noche o dos a aquellos caminantes que, como en los cuentos de los abuelos, iban por el mundo enviados por Dios para que vieran cómo andaban sus negocios en el mundo. En su intención de dar lo necesario para el camino, se convierten siempre en los ángeles enviados por Él, "para que te guarden en todos tus caminos". Igual que pone al guardafronteras que te pide el salvoconducto y te devuelve porque no llevas lo necesario que te referencia el punto de partida y de retorno de la elipse que propones.
Y cuando lo haces, observas, compartes tu palabra de poeta y escribes cantando las maravillas del que se esfuerza arando la tierra que dará al individuo su pan y el de sus hijos... y aras con él cantando. Seguro vas a ser recordado y a recordar con alegría los caminos por los que alguíen, algún día irá a repetir el ciclo. Es decir, ya lo hice antes y voy por el reencuentro con la abuela que tal vez, me ofrecerá cacao, champú o mate. ¡Ay, Abuela, viera como me gusta el café! ¿en leche? también...
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